fragmento asíncrono

EL PATRIMONIO DE QUITO REDUCIDO A UN ADOQUÍN

En Quito existe un parque, quizás el más importante por su pasado histórico y su ubicación estratégica a las afueras de lo que –otrora fue el Quito antiguo y colonial-. Se trata de La Alameda , lugar que alberga en su costado sur el imponente monumento al Libertador Simón Bolívar.

Un parque emblemático como hay tantos en las grandes capitales del mundo, pero ¿qué sucede en este espacio verde de la ciudad? Resulta que desde hace varias semanas el municipio, dando continuidad a las obras de recuperación de los monumentos y sitios históricos, inició los trabajos de rehabilitación del parque quiteño. Muchos nos sorprendimos que a un lugar que tan solo requería un mantenimiento rutinario de jardines, se haya blindado su perímetro con planchas metálicas, para que la gente no observe cómo se rompió el cemento de las aceras y caminos interiores, para colocar adoquines, bancas talladas en piedra; erigir construcciones caprichosas, gastar en nueva iluminación, balcones panorámicos, etc, haciendo gala de un derroche, digno de censura ante las verdaderas necesidades que tenemos los capitalinos.

Es difícil ocultar la indignación, pues la Alcaldía de Quito ya nos tiene acostumbrados a gastar los fondos públicos en ciertas obras banales, que conviene sobre todo a los contratistas de las obras o, a ciertos cultores del hueco concepto de patrimonio de todos los ecuatorianos. A propósito, recuerdo cómo –hace más de un año- se destruyó el parque de San Blás, ubicado en el centro histórico, para volverlo a armar, cambiando iluminación, nuevos pisos de adoquín, arbolitos decorativos y ya estuvo, otra obra de la alcaldía. Después de retirados los escombros, cambiada la apariencia del parque, nadie reparó en darse cuenta que se votó la plata de los quiteños, una vez más.

La gente se pregunta, ¿a qué se debe la moda de tumbar parques en perfecto estado para construir otros? ¿Regeneración urbana? ¿Salvar el patrimonio cultural de Quito? PRETEXTOS PARA JUSTIFICAR LOS CONTRATOS MUNICIPALES. Dicen las malas lenguas que CIERTOS AMIGOS Y AFILIADOS A LA IZQUIERDA DEMOCRÁTICA ID, (PARTIDO DE LA OLIGARQUÍA SERRANA ), SON SOCIOS DE EMPRESAS QUE FABRICAN ADOQUINES, ¿FAVORES POLÍTICOS O INDICIOS DE CORRUPCIÓN? ¿VERDAD O MENTIRA? Qué opina Ud...

Como parte del trabajo periodístico visitamos varios centros educativos de la ciudad para realizar una nota para la televisión. No podía creerlo cuando decidimos investigar el estado en que se encuentran algunas escuelas y colegios fiscales localizados en el llamado casco colonial. Me encontré con niños que estudian en cuartos húmedos, sin ventanas, donde nunca entra la luz del día; salas de computación donde los estudiantes se apiñan de a 4 o 5 en cada computadora a la hora de recibir clases; cientos de niños que se amontonan -cual papas en costal- para ubicarse en los pupitres, ante la falta de espacio. Escuelas como la Zoila Ugarte , establecimiento localizado a pocas cuadras del Palacio de Gobierno, donde doscientos niños comparten apenas dos baños para cumplir sus necesidades biológicas o; escuelitas donde el patio de lavandería y tendedero de ropa de una casa rentera sirve de espacio de recreación.

Las noches quiteñas, con las iglesias acicaladas de luces multicolores dan la apariencia de un lujo y opulencia que contrasta infelizmente con la realidad que se oculta tras las lujosas fachadas, portales de iglesias, dispuestas para proyectar una imagen majestuosa; efecto favorable para las empresas que viven del turismo y, no para la comunidad quiteña, en especial para los niños que estudian en casas viejas, en esta parte de la ciudad. Otro caso lamentable es el de la Escuela Fiscal Simón Bolívar, ubicada al frente del Parque La Alameda. Allí estudian 800 niños, quienes viven en permanente riesgo pues los techos y pisos de la institución se hallan cuarteados y apolillados, por la falta de mantenimiento.

Por cierto, el Municipio de Quito, con el argumento de la descentralización, ha privatizado casi todos los servicios públicos, con la creación de fundaciones que hoy cobran por casi todos los servicios y espacios públicos, que antes fueron gratuitos. Formando parte de la mega empresa privada que hoy es el municipio de mi general Paco Moncayo, consta una institución definida como ‘autónoma’ en lo administrativo y financiero, como es el FONSAL (Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural). Allí laboran más de 100 burócratas dorados que perciben salarios sobre los 4900 dólares.

Dicha institución, apadrinada por el municipio capitalino, fue creada para rescatar parques, iglesias antiguas, remodelar edificios viejos para museos, preservar restos arqueológicos, casas hacienda, etc. Irónicamente el FONSAL se nutre de un presupuesto millonario de más de 50 millones de dólares, plata que sale de nuestro bolsillo. En efecto, los proyectos se nutren del 6 % del impuesto a la renta y el 3 % a los espectáculos públicos.

El patrimonio de todo pueblo que estime el futuro de la nación no está en rescatar casas viejas para hacer de ellas museos para que se deleiten los turistas extranjeros. O votar la plata en reconstruir iglesias coloniales -símbolo del exterminio, explotación y barbarie- cometidos por la santa iglesia católica en nombre de la evangelización. El verdadero tesoro que se debe cuidar y proteger es la niñez y la juventud, hoy marginada por los gobiernos locales. Pero como los hijos o nietos de la mayoría de quienes gerencian las empresas del municipio estudian en lujosas escuelas y colegios privados, qué les puede importar que en el centro histórico colonial de Quito existan escuelas donde 60 alumnos reciben clases en total hacinamiento. O que, mientras los maestros de las escuelitas públicas ganan sueldos de 250 dólares, haya burócratas dorados del cabildo quiteño que perciben miles de dólares, so pretexto de la autonomía municipal.

La Asamblea Constituyente en el Mandato 2 acaba de poner un techo a las jugosas indemnizaciones de empleados de las instituciones públicas autónomas. Asimismo, el presidente Correa fustiga a diario al Municipio de Guayaquil, por haber creado las famosas fundaciones que lucran de fondos públicos, beneficiando al clan de los socialcristianos. Sin embargo, nada dicen en torno a lo que pasa en Quito, donde la Izquierda Democrática , con Paco Moncayo a la cabeza, ha aplicado la misma política privatizadora de su homólogo Jaime Nebot, para privilegiar el negocio privado, poniendo precio al ingreso a los parques, tarifas a los estacionamientos; cobrando por la revisión vehicular para acceder a la matrícula de los carros, tarifando el ingreso al tradicional parque Itchimbía, etc. Al igual que el Prefecto socialcristiano Lapenti en el Guayas, la prefectura socialdemócrata, también ha castigado a los quiteños con peajes en las principales autopistas de la provincia. Y no solo eso, así como en Guayaquil se concesionó el aeropuerto, lo propio hizo el municipio de Quito al privatizar la administración a la empresa Quiport. Y hay más, con la entrega del nuevo Terminal Terrestre a la empresa privada, la nueva Terminal de Quito, en el sector de Quitumbe, pasará a ser administrado y usufructuado por otra fundación del cabildo quiteño. Acaso no hizo lo mismo Nebot con el Terminal terrestre de Guayaquil, al convertirlo en un lujoso centro comercial donde se arrienda los locales a los agnados y cognados del cabildo porteño y la plata del negocio va a parar a manos privadas.

Tal parece que el actual gobierno –al tener como un aliado más- a la Izquierda Democrática , que hoy ocupa estratégicos cargos en el regimen, no quiere abrirse otro frente, y por ello se hace de la vista gorda a la hora de cuestionar la administración municipal de Quito. Mientras tanto, la capital luce con aceras nuevas, fruto de los adoquines que por decenas miles de metros ha gastado el municipio, aunque para ello haya tenido que destruir bordillos de cemento en buen estado. Un verdadero tributo al derroche.

Así es, amigo lector, en esta franciscana ciudad, a la administración municipal le molesta las ventas ambulantes callejeras, pues ahuyenta a los turistas y afea la imagen de “la carita de Dios”. “No compre a los vendedores en las calles…” dice las cuñas de la alcaldía en las principales radios de la cuidad. Pero eso es Quito, una ciudad con cientos de miles de vendedores informales que han apostado por ganarse la vida honradamente, a pesar de que la policía municipal los persiga y encarcele a diario, por el delito de llevar un pan a su casa.

Finalmente, esta ciudad merece mejor suerte, Quito demanda un cambio en la administración municipal para romper la red de empresas privadas que lucran de los fondos y servicios públicos. Parafraseando al presidente Correa, la larga noche neoliberal de la Izquierda Democrática en el Municipio capitalino debe terminar. Es hora de apostar por gente de manos limpias, que pongan los fondos públicos al servicio desinteresado de los más pobres y, entre ellos, a los niños (as) de la capital, que son el único y verdadero patrimonio de la capital. De paso, conciudadanos, cuidado con el jovencito ricachón Ricaurte, ex alcalde encargado de mi general Moncayo, él desde hace rato está en campaña para las próximas elecciones seccionales. No más aniñados de pedigrí en el municipio.

Finalmente, lo que necesita Quito y el Ecuador es un Chávez, y lo digo con conocimiento de causa. Sobre el tema en cuestión, qué conozca el Ecuador cómo el gobierno socialista de Venezuela en lugar de construir parqueaderos privados en parques públicos que provocaron el derrumbe de casas en el centro de Quito, allá se está sembrando alimento barato para el pueblo en los terrenos municipales; del mismo modo, a los vendedores de la calle el regimen les da toda libertad de vender lo que quieran, pues están concientes que detrás de un cochecito de comida hay una familia que mantener; y, finalmente, ante los peajes que cobran en el Estado de Zulia, el presidente Chávez ha dado la orden para que se deje de cobrar y que vuelvan a ser libres y gratuitas las calles y avenidas del país.

PRENSA ALTERNATIVA