fragmento asíncrono

Los conservadores de hoy

Guillermo Navarro Jiménez

En varias oportunidades habíamos advertido que los “progresistas” , los “solidarios”, los “revolucionarios” , los que ayer se pronunciaban por “crear una nueva nación, solidaria, justa, equitativa” y no se cuantos epítetos más del mismo o mayor calibre, tan pronto se topasen sus privilegios económicos harían aguas como naves desvencijadas.

Habíamos afirmado que su “lucha” se limitaba al economicismo más rastrero, oculto tras de una fraseología revolucionaria falsa, decantada de todo contenido, por lo que, tan pronto se topasen sus privilegios, su lucha, hoy si verdadera, reflejaría la verdadera esencia de sus objetivos: alcanzar una situación de vida para sí superior a la del resto de ecuatorianos, sin consideración a que ella se sustentaba en la pobreza de los otros.

Sosteníamos que su “lucha” y “defensa” de los pobres no era más que un escudo para su propio bienestar, por lo que tan pronto se lo rozase, se olvidarían de los pobres, los relegarían a su propia pobreza, puesto que sería mucho más importante anteponer su humana miseria. Sosteníamos y hoy lo reiteramos que estos hombres que gracias a privilegios sin fin habían dejado de ser hombres pobres, nunca dejarían de ser pobres hombres.

La realidad, desgraciadamente, nos da la razón.

Esos “revolucionarios” de pacotilla, ante la posibilidad de que se limiten sus sueldos bajo la suma de 4.250 dólares mensuales, el sueldo del Presidente de la República, valor que es 40 veces superior a los 100 dólares que ganan una enorme cantidad de ecuatorianos, se estremecen, se rebelan, prontos se ponen en pie de lucha. Argumentan que es cosa de ignorantes, que se trata de decisiones políticas antes que técnicas, que sus derechos son irrenunciables e intocables Incluso amenazan con movilizar a sus huestes.

Ante ello sólo vale recordarles que en Venezuela, la de la Revolución Bolivariana, la del Coronel Hugo Chávez que siempre dicen respaldar, adoptó una similar medida. También allí sus congéneres adoptaron iguales posiciones. Hoy forman parte de la vocinglería de la extrema derecha, contrarrevolucionar ia. Y es que la Nación, la mayoría del pueblo que esta por la transformació n los enfrentó, derrotó y los hundió en el basurero de la historia.

Por ello vale sugerirles que aún están a tiempo de desdecirse, de demostrar que no todo era falsía. Todavía están a tiempo de reconocer que los cambios sociales, son hechos políticos, que son tiempos en que la legalidad es superada. En recapacitar que la legalidad a la que recurren es parte del arsenal para mantener intocado el statu quo. Que su posición y argumentos legalistas son los mismos que esgrime hoy la dominación, la extrema derecha. En fin entender que, para que el país cambie, todos tenemos que anteponer la solidaridad a la mezquindad. Que el alinearse y luchar por el cambio implica sacrificios, concesiones. Que la transformació n no es sólo llenarse la boca, con esa incómoda palabreja.

Montecristi, 17 de enero del 2008.