fragmento asíncrono

ECUADOR: Corrupción al día

PLAGAS QUE SOBREVIVEN

Marco Villarruel Acosta

Es un capítulo de una novela que solamente comenzó el mes de mayo. Un extraño paquete llegó hasta las oficinas de la Corte Suprema de Justicia del Ecuador. No llamó la atención de nadie, quizá porque esos paquetitos son usuales. Van y vienen. Lo extraño de esta vez es que llegó al despacho y al escritorio equivocados. Al revisar su contenido, a más de unos escritos que al parecer eran los borradores de una sentencia, aparecían muchos billetes, verdes, de los pesados. Miles de miles de dólares.

Alguien puso la alarma y sus señorías montaron en santa cólera y sin más ni más iniciaron las averiguaciones. Ni faltaba más, toda la Corte supo del envío, y los secretarios y asesores, y las empleadas, guardias y periodistas. Había que obrar con celeridad, y justamente en estos días, impartiendo justicia, han dicho que un juez padece de “falta de idoneidad” y ha sido destituido. Podrá ejercer su profesión y quizás hasta pueda seguir en la docencia. Los señores jueces podrán seguir trabajando normalmente, y de paso, defendiendo a dentelladas sus tronos y canonjías, especialmente sus sueldos, que recientemente fueron restituidos a sus montos respetables. Los señores guardias deberán poner más empeño en esto de los paquetitos.

La corruptela elevada hasta las más altas magistraturas. Y aunque no en esos montos admirables, los paquetitos o los pagos fuera de la ley se suceden a lo largo de toda la escalera burocrática de la Función Judicial. La gran farsa es sostener que la justicia es gratuita.

No muy lejos de allí, otros ciudadanos alentados por el venerable ejemplo de algunos togados devoran empresas, desaparecen o multiplican las acciones, cruzan los nombres de los propietarios y de las empresas, y quiebran los bancos para obligarle al Estado para que les devuelva la platita. Como para cubrir estas acciones de alta ingeniería financiera, para darle un barniz de eficiencia y eficacia bancaria, compran y venden medios de comunicación y periodistas. Con ellos está cubierta la imagen. Cualquier medida gubernamental o social contra ellos será vista como abuso, atentado a la propiedad privada o violación a la sacrosanta libertad de expresión. Todo marcha sobre ruedas. Ya todo pasará porque los equipos de abogados, acompañados de eficientes carteros se harán cargo de la situación.

Pero no se vaya a creer que todos los que medran con la corrupción se encuentran solamente en las alturas, también están aquí en los suelos, más bien dicho en los mercados y en las panaderías. Viven junto a los gasoductos u oleoductos, para pinchar un poquito y vender a bastante. O para subir unos centavitos y ganar bastante. Para rebajar el tamaño del pan, restarle manteca o huevos. Los bolsillos se llenarán como por encanto.

Encanto. País del encanto. Los sesudos técnicos que se beneficiaron con los dineros del pago de la deuda fueron amnistiados, lo mismo que las”mulas” pobres o los enfermos terminales.

Lo cierto es que tras el estrépito de la política y de la economía de estos días, los salteadores de los dineros y de la confianza ciudadana proliferan a más no poder, a despecho de las muy ilustres comisiones anticorrupcionales, que se multiplican como plagas de langostas.

Los traficantes de licencias están seguros, igual que los que contaminan la naturaleza para hinchar su billeteras, puesto que los encargados de investigar y denunciar están peleados entre ellos. El mismísimo protector de los derechos del pueblo está acusado de traficar con órganos humanos, peculado, nombrar a sus allegados en puestos en el exterior y cobrar de manera indebida por la traída de los cadáveres de los ecuatorianos fallecidos en el exterior. Corruptos y macabros.

Mis buenos vecinos ¿No estaremos esperando que las cosas exploten de tal manera que no haya forma de volver a la realidad sino con profundas terapias que eliminen el denominado cáncer de la corrupción?