fragmento asíncrono

EL ECUADOR NO DEBE REANUDAR SUS RELACIONES DIPLOMÁTICAS CON COLOMBIA

Dr. Marco Villarruel Acosta

Oficialmente se ha informado desde Bogotá y Quito que los ministros de Relaciones Exteriores de ambos países estarían a punto de reabrir sus embajadas, luego de mantenerlas cerradas desde el 3 de marzo cuando el presidente Rafael Correa rompió las relaciones diplomáticas con Colombia.

El 1 de marzo, un conjunto de fuerzas militares de élite colombianas, con el apoyo logístico y militar de los Estados Unidos, invadió el territorio ecuatoriano en la zona de Sucumbíos, al norte del Ecuador. Como resultado de este operativo murieron 23 personas, entre ellos el comandante Raúl Reyes, estudiantes universitarios mexicanos y varios combatientes de la Fueras Armadas Revolucionarias de Colombia.

Esta acción inconsulta se convirtió en una auténtica violación a la soberanía nacional del Ecuador ya que fuerzas militares extranjeras entraron sin permiso ni conocimiento del gobierno ecuatoriano. En este caso el presidente colombiano, Álvaro Uribe, quien en última instancia ordenó la incursión, violó la Carta de las Naciones Unidas y de las Organización de Estados Americanos, por lo que mereció la repulsa internacional y de manera particular el rompimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países.

Muchos acontecimientos internacionales como las invasiones norteamericanas a varios países, la invisibilizació n de las fronteras a través de los negocios financieros, la acción invasiva de las nuevas tecnologías, especialmente el Internet; el turismo y la contaminación ambiental de carácter universal, han obligado a la comunidad internacional a poner en el del debate público la vigencia de la doctrina del Derecho Internacional, reconocida por los signatarios de la Carta de las Naciones Unidas.

Lo que aparece con claridad es que las naciones poderosas y las grandes empresas transnacionales hacen tabla rasa de la soberanía de los pueblos, especialmente de los más pequeños, débiles o poco desarrollados. La letra del tratado internacional queda en nada cuando las fuerzas militares como las norteamericanas en el Irak o las colombianas en la frontera ecuatoriana- colombiana irrumpen en territorios ajenos sin que reciban la sanción que corresponde.

Como se ha comprobado, la irrupción no es solamente militar sino económica, ambiental, cultural. Y lo han hecho de manera tan masiva y tan efectiva que ellos mismos piden redefinir los conceptos de soberanía a lo cual no faltan algunos gobiernos traidores que lo permiten sin reparar el enorme daño que producen a su país a mediano y largo plazo.

Dentro de esta situación, la ruptura de relaciones con Colombia fue vista como un acto de defensa de la soberanía ecuatoriana. Fue además un mensaje explícito al Departamento de Estado Norteamericano, a la Comunidad Europea , a Israel, a las empresas transnacionales y a todos quienes siguen creyendo que son dueños del mundo.

Dada la magnitud de la agresión y de la respuesta ecuatoriana, resulta prematura la reapertura de las relaciones diplomáticas con el gobierno de Uribe, no solamente porque no han sido dadas las explicaciones y las consecuentes reparaciones económicas, sino porque la familia Santos, propietaria de los más importantes medios de comunicación de Colombia y a su vez son vicepresidente y ministro de defensa, siguen alardeando que volverán a hollar la tierra de los ecuatorianos. La belicosidad de los militares, de algunos periodistas y de los políticos de ese país, hace inviable que el Ecuador envíe nuevamente a su embajador a Bogotá. Es demasiada concesión a estas personas que además han ensombrecido la política colombiana al habérseles comprobado sus relaciones con los siniestros paramilitares y con los narcotraficantes.

Suficiente entonces con los Encargados de Negocios para no perjudicar a los comerciantes ecuatorianos y colombianos, a los turistas, y a quienes honradamente quieren llegar hasta la tierra ecuatoriana. El Presidente Correa debe meditar mucho antes de aceptar a otro agente uribista en Quito.