fragmento asíncrono

Corrupción, ¡corrupción!

Orlando Pérez
operez@telegrafo. com.ec


¿Hay que encender las alarmas? “El poder corrompe siempre”, decía Lord Acton. Mucho más a quienes viven de lo inmediato, lo fácil y lo fatuo. La tentación es enorme y pobre. Basta ver a aquellos que se precian de su pinche y efímero poder (andar en auto ajeno y estropearlo, tener escoltas como sirvientes, ordenar como capataces y lucir lo que no les queda) para saber que por ahí ronda la corrupción.

“El poder nos fascina a todos, aunque por razones distintas. Es una realidad contradictoria que incluye la belleza y el espanto, la visibilidad y el secreto, la miseria y la grandeza, la necesidad y el riesgo”, explica José Antonio Marina. Es que lo ocurrido con el ex ministro de Deporte es una grave alerta. ¿Debería estar preso? Sí. ¿No hay pruebas ni acusación? Cuánto importa. Solo debe dar la cara, rendir cuentas al país, a su presidente, explicar qué hicieron sus allegados, delegados, empleados de confianza. No puede quedar una sola duda.

“Rendir cuentas es decir a los mandantes cuánto y en qué se gastó el dinero público”

Y, aunque parezca obvio, no fue la oposición la que lo denunció ni lo va a meter preso, si fuera del caso. La oposición solo quiere cosechar votos, no le interesa sanear. Sus supuestas pruebas son producto del chisme y la vendeta. Se sostienen con babas. Hasta para eso es mediocre. Los medios de comunicación responsables investigan y ponen las evidencias o las pruebas, no adjetivizan o derraman bilis frente a las cámaras. La sociedad agradece la buena información que ayuda a entender la realidad, la sociedad castiga la desinformació n y la pésima propaganda. Las supuestas unidades de investigación de ciertos diarios son el buzón de los recados de los Balda y de los mensajeros de los resentidos y que no hicieron el negocio del año.

Un proyecto político, una estructura de poder, un equipo de gobierno y sus cuadros y líderes deben presupuestar el desgaste en el ejercicio administrativo.

Claro. Por eso es mejor cambiar, refrescar, advertir que no se está para siempre y sin control en el mismo cargo. Ese ministro de Deportes no cumplía con la Ley de Transparencia y otros más están en deuda. Por lo mismo, valga la ocasión para señalar lo que mañana puede ser un problema: rendir cuentas no es hacer propaganda ni alabar a nadie. Es decir a los mandantes cómo, cuánto, en qué y hasta dónde se gastó el dinero público. No es solo mostrar lo bueno o bonito. Es reconocer lo incumplido, lo inacabado, lo deficiente. Para bien y para mal.

El foco está puesto, ahora más por las nuevas elecciones, en el gobierno de Rafael Correa. ¿Y en los municipios cuánta plata se gasta y no se explica? ¿Por qué ciertos medios de comunicación locales no investigan y aceptan toda la publicidad municipal sin chistar? ¿Los de Quito y Guayaquil han dicho cuánto gastan en determinados medios de prensa que no pintan una letra sobre sus ineficiencias?

La corrupción es un mal crónico en el Ecuador, pero no generalizado, y para superarlo hace falta mucha dosis de autoridad política y ejemplo, controles diarios y estrictos, sanciones ejemplificadoras y procesos de transparencia totales. Mucho más cuando abunda la plata. Mucho más cuando se vaticina escasez de fondos.