fragmento asíncrono

TRAICIÓN A LA CIUDADANIA

Por Thalía Flores y Flores

La codicia por apoderarse de todas las instancias del Estado, como si se tratase de un botín de vencedores, ha cegado el entendimiento de quienes encaramados hoy en el poder menosprecian la ética, desdeñan las leyes y repudian toda idea contraria; solo ellos tienen la razón, el resto del país está equivocado.

A estas alturas de la fallida revolución ciudadana, las leguleyadas y mañoserías practicadas por los antiguos dueños del país, y repudiadas por los ecuatorianos, no solo que se repiten, sino que parecen haber sido superadas. La única diferencia es que los actores de hoy se muestran modositos, en inútil intento por ocultar su gula por el poder. Si hubiese honradez intelectual, deberían decir lo que Bucaram y el PRE repetían cuando ganaron la Presidencia: "Ahora sí nos tocó".

A pocos días de que se cumplan dos años de la toma del poder por parte de Alianza País y sus aliados, resulta doloroso comprobar que toda la iconografía del cambio que montaron en Montecristi fue una puesta en escena para consumo de la gente ilusionada por una nueva política, pero al final de la jornada, lo que hicieron es confeccionar un traje a la medida de su líder, y este, rodearse de un politburó que cumple sus consignas.

El más reciente episodio del accionar de esta nomenklatura es el impúdico concurso para conformar un nuevo poder del Estado, el denominado Consejo de Participación Ciudadana y Control Social.

La adjudicación a dedo de una consultora para que evalúe las carpetas de los participantes, las insulsas preguntas del examen, la manipulación de la documentación y hasta la asignación de notas, vician de ilegalidad una lid, donde la gran ausente ha sido la ética para conducir un proceso que integrará una nueva función del Estado, nada menos que el Quinto Poder, que tendrá a su cargo designar las máximas autoridades de control.

Alrededor de este concurso se han producido hechos inverosímiles, a los cuales, intentando buscarles sentido, podría considerárseles acciones inconscientes del grupo en el poder, que probarían que la revolución ciudadana es una ficción: la mayoría oficialista del congresillo apeló a conceptos de tiempos de la colonia, para hacer una aberrante clasificación racial de los concursantes, dividiendo a los ecuatorianos en mestizos, negros, indios y montubios, a cuenta de una supuesta "acción positiva", la misma que terminó siendo manoseada para favorecer a unos y discriminar a otros.

Con certeza, los encargados del concurso habrán creído que nadie se iba a enterar de estas nefandas acciones. Pero hubo gente honesta de las veedurías que actuó con valentía y dignidad, sin miedo a los insultos, las diatribas y las poco humanistas descalificaciones de los que detentan el poder. También actuaron con solvencia algunos participantes perjudicados.

Ante tanta evidencia, ¿el infalible Gobierno de Correa admitirá los yerros? Hay demasiadas pruebas para atreverse a negarlos; han sido pillados con las manos en la masa y no podrán endilgar a otros su flagrante traición a la confianza ciudadana.